Sofía Lobos – Ciudad del Vaticano
El domingo 2 de agosto, décimo octavo del tiempo ordinario; el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus asomado a la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano ante un grupo de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, respetando las medidas de seguridad establecidas en este tiempo de pandemia.
El milagro de la multiplicación de los panes y peces
Profundizando sobre el Evangelio del día, que nos presenta el milagro de la multiplicación de los panes y peces (cfr Mt 14,13-21), el Santo Padre explicó que aunque la escena se desarrolla en un lugar desierto, donde Jesús se había retirado con sus discípulos, igualmente la gente lo alcanza para escucharlo y hacerse curar.
«Sus palabras y sus gestos sanan y dan esperanza. Al caer el sol, la multitud está todavía allí, y los discípulos, hombres prácticos, invitan a Jesús a despedirse de ellos para que puedan ir a buscar comida. Pero Él responde: «Dadles vosotros de comer»», aseveró Francisco invitando a imaginar las caras que pondrían los discípulos ante semejante petición.
En este sentido, el Pontífice afirmó que Jesús «sabe bien lo que va a hacer, pero quiere cambiar la actitud de ellos»:
«No quiere decir que se las arreglen, sino… ¿Qué nos ofrece la Providencia para compartir?”, dijo Francisco indicando que Jesús, a través de esta situación, quiere educar a sus amigos de ayer y de hoy en la lógica de Dios, «en la lógica del hacerse cargo del otro».
Sin embargo, uno de los Doce respondió al Maestro con realismo: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces».
Jesús manifiesta su poder pero no de forma espectacular
Entonces, Jesús contesta: «Traédmelos aquí» (vv. 17-18).Toma los alimentos entre sus manos, levanta los ojos al cielo, pronuncia la bendición e inicia a partir y a dar las porciones a los discípulos para distribuirlas. Y esos panes y esos peces no se terminan sino que basta y sobra para miles de personas.
El Papa hace hincapié en que con ese gesto «Jesús manifiesta su poder, pero no de forma espectacular, sino como señal de la caridad, de la generosidad de Dios Padre hacia sus hijos cansados y necesitados. Él está inmerso en la vida de su pueblo, comprende los cansancios y los límites, pero no deja que ninguno se pierda o falte: nutre con su Palabra y dona alimento abundante para el sustento».