Fr. Aldo Torrez Roca *

Al finalizar el concilio Vaticano II se percibieron los muchos errores que se habían cometido al aplicar una modernización que desembocó en una secularización exagerada y no en una transformación interna marcada por el renacimiento de los valores evangélicos. Por otra parte, el Padre Crisóstomo comprendió que muchos de los mejores hombres y mujeres de la Iglesia habían experimentado un cambio espectacular al dejarse transformar por el Espíritu de Dios. Pero también, se dio cuenta de que había una crisis de la predicación: sobre este problema afirmo que «tenemos que admitir que nuestro mensaje es débil y no es una palabra profética, que nuestro modo de vida no provoca ningún impacto y por lo tanto no es ningún testimonio profético» (C. GERAETS, D. ROACH, A. VIA REQUE, The Spirit of the Dominican Vocation, p. 7). Ante esta situación crítica, los Padres Crisóstomo y Daniel insistieron en la necesidad de renovación de las comunidades cristianas para así poder recuperar su carisma propio de la predicación. Desde su experiencia en Bolivia sintieron que estaban llamados a recuperar una vida apostólica que los llevara a un compromiso más efectivo en la predicación, de tal modo que este mundo pudiera experimentar el poder transformador que viene de la plenitud del Espíritu Santo.

El renacimiento de la Iglesia Católica que supuso el Nuevo Pentecostés colocó de nuevo la Palabra de Dios en su justo lugar. El mismo concilio Vaticano II recuperó la importancia de esta Palabra Sagrada, después de siglos en los que no estuvo tan presente en la vida de los fieles. En la misma línea, el Padre Crisóstomo volvió a proponer a los discípulos de Emaús como modelos de escucha de esa Palabra, que les llegó de labios de Jesús, en ese momento desconocido para ellos, y que fue capaz de hacer que su corazón volviera a arder de nuevo. A este respecto dice el Padre Crisóstomo: «cuando el fuego del Espíritu Santo está ardiendo en el corazón, el cristiano tiene hambre y sed de alimentar su vida espiritual con la Palabra de Cristo. Pero él busca una Palabra viva y vital, penetrante y personal, luminosa y cariñosa» (C. GERAETS, D. ROACH, Interpretaciones, no. 15, Hacia nuevos ministerios apostólicos, p. 99).

Actualmente, el Papa Francisco con Carta Apostólica, Apertuit Illis, donde instituye el Domingo de la Palabra de Dios, invita a recuperar el gran valor de la Palabra de Dios que ocupa en la existencia cotidiana del hombre. Con esto también quiere recupera la importancia de las homilías, que posee «un carácter cuasi sacramental» (Evangelii gaudium, no 142). De hecho, con una buena predicación, dice el Papa Francisco, «muchos de nuestros fieles esta es la única

oportunidad que tiene para captar la belleza de la Palabra de Dios y verla relacionada con su vida cotidiana» (Apertuit Illis, no 5). Pero también esta en que los fieles aprendan a escuchar la Palabra de Dios: «Si escuchamos y abrimos la puerta de la mente y del corazón, entonces entra en nuestra vida y se queda con nosotros» (Ibid., no 8). Sin embargo, afirma el Papa Francisco, es «el Espíritu Santo [quien] transforma la Sagrada Escritura en Palabra viva de Dios, vivida y transmitida en la fe de su pueblo santo» (Ibid., no 9). El papel del Espíritu Santo es fundamental, porque abre el entendimiento para comprender la Sagrada Escritura (cf. Lc 24,45) y así también los predicadores apostólicos bajo la acción del Espíritu Santo transforman en Palabra de Dios la palabra de los hombres escrita de manera humana. Por eso, el Padre Crisóstomo dice que la predicación apostólica se dará «a condición de que gritemos al Único que puede darnos la experiencia del carisma como lo hizo con Domingo: una palabra profética con el poder transformador del Espíritu Santo según las necesidades de nuestro mundo» (C. GERAETS, D. ROACH, A. VIA REQUE, The Spirit of the Dominican Vocation, p. 7). Porque «la misma Sagrada Escritura realiza su acción profética sobre todo en quien la escucha» (Apertuit Illis, no 12).

*Director de La Mansión, Centro Carismático Católico de Evangelización Santa Cruz-Bolivia

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