Fray Aldo Torrez *
Del 22 al 29 de noviembre celebramos los XLI Gran Encuentro Internacional del Nuevo Pentecostés, con el lema: Guiados por el Espíritu Santo, Encarnamos la Palabra. Queremos hacer memoria del momento actual en que vivimos y hacer una aplicación de la letra del canto lema. Primero halaremos sobre cómo podemos encarnar la Palabra y después sobre cómo somos guiados por el Espíritu Santo.
Encarnar la Palabra. Debemos reconocer que la llegada del COVID-19 trajo consigo una serie de desajustes y desequilibrios de todo tipo, en donde el aspecto psico-espiritual también se ha visto afectado. Desde que comenzó esta pandemia, creyentes y no creyentes hemos realizado esfuerzos de todo tipo para tratar de comprender a la luz de la fe y la razón, el sentido de la pandemia. El virus obligó a abandonar los templos y reordenar la casa-hogar, para hacer de ella, una pequeña Iglesia doméstica. Podríamos decir que la figura de «Iglesia doméstica» ha cobrado un mayor sentido, producto del coronavirus. Esto es una verdad que debemos afirmar cada vez más, porque la Palabra de Dios se debe encarnar en nuestra vida diaria. Así lo dice una estrofa del canto Lema: «Jesús, es la Palabra encarnada, que nos llama a predicar con Él, en la familia, el trabajo o el templo. En la vida real y en la realidad virtual» (Ministerios de Música de La Mansión, Guiados por el Espíritu Santo, Encarnamos la Palabra). Ahora gracias a Dios hemos vuelto a los templos, a las Misas presenciales, a las confesiones. Pero también vemos que el virus ha traído el miedo, la desorganización, el enojo, la tristeza, el aburrimiento etc. (por nombrar solo algunos elementos), que abruman y desintegran a la familia que ha llevado a algunos hasta la angustia y desesperación total. Sin embargo, debemos afirmar «nada nos quita el gozo del Evangelio, ni las pandemias, ni los que niegan a Dios, porque la Palabra hecha habita en el corazón» (Ibid.) de cada ser humano que abre su corazón a Dios. La pandemia en algún momento pasará. Simplemente «abramos caminos, seamos testigos, que suceda la encarnación, donde haya falta de fe y esperanza encendamos el fuego del amor» (Ibid.), en especial a aquellas personas que han perdido la alegría de vivir. A ellos le decimos que la «Palabra del Padre hecha carne en el vientre de María [es] Causa de auténtica alegría de generación en generación» (Ibid.).
Guiados por el Espíritu Santo. Sabemos que el Espíritu Santo guía a la Iglesia pues es su alma, mucho más en medio de esta crisis mundial. Y considero que hoy mucho más está guiando a través de las confesiones y la dirección espiritual de los consagrados, en especial en este tiempo de pandemia. Sin embargo, debemos aclarar que la dirección espiritual es diferente que la confesión. E aquí las diferencias:
La Iglesia nos propone cinco pasos a seguir para hacer una buena Confesión y aprovechar así al máximo las gracias de este maravilloso sacramento: hacer un examen de conciencia, arrepentimiento de esos pecados, propósito de no volver a pecar, decir los pecados al confesor, recibir la absolución y cumplir la penitencia. Si hacemos esto, la confesión durará máximo 3 minutos. Pero en la Dirección Espiritual es mucho más amplio. Fr. Antonio Royo Marín, O.P. la entiende la Dirección espiritual como «el arte de conducir las almas progresivamente desde los comienzos de la vida espiritual hasta las cumbres de la perfección cristiana» (Antonio Royo Marín, Teología de la Perfección Cristiana: 748). La dirección espiritual consiste o tiene por objeto señalar a las almas el verdadero camino que han de recorrer progresivamente desde los comienzos de su vida espiritual hasta las cumbres más elevadas de la unión intima con Dios. La dirección espiritual está interesada en ayudar a las personas directamente en su relación con Dios.
Es posible que en cada uno de los problemas humanos mencionados anteriormente y otros más, el asunto más fundamental sea esa relación con Dios. Porque «la meta final de la dirección espiritual ha sido siempre el cultivo de la unión con Dios y, por lo tanto, ha estado vinculada a la relación del individuo con Dios» (William A. Barry; William J. Connolly, La Práctica de la dirección espiritual: 28). Es decir, está directamente interesada en las experiencias reales de la persona en la relación con Dios. Para así poder encarnar la Palabra en sus vidas diarias y vivir mucho mejor en la Iglesia Domestica, la sociedad y en la política.
*Director de La Mansión, Centro Carismático Católico de Evangelización, Santa Cruz-Bolivia