Por Padre Edgar Romero/ Co-Adjutor de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe
Hemos comenzado el camino cuaresmal, un tiempo especial que nos ofrece la Iglesia cada año para profundizar y crecer en nuestro proceso de conversión. También quisimos tomar la cita bíblica que el Santo Padre Papa Francisco ha usado en su mensaje anual para la Cuaresma 2020. Durante estos 40 días somos invitados a las prácticas de la penitencia, de la oración, el ayuno y la abstinencia. Pero no todo se reduce a sólo prácticas externas, sino también a fortalecer el espíritu y las prácticas de la vida interior.
Una de esas prácticas interiores es la del perdón porque nos ayuda aliviarnos de las cargas internas que a lo largo de nuestras vidas vamos arrastrando. Los odios, resentimientos, las experiencias tristes de la infancia o juventud, los traumas, las traiciones y engaños. Son tantas cosas que ocurren y marcan nuestra vida. Todo esto nos va dejando heridas profundas que con el paso del tiempo se profundizan causando amargura en nuestras vidas y que nos permiten ser felices. Inclusive muchas de estas cargas emocionales negativas pueden llegar ha ser tan profundas que pueden incluso llegar a enfermarnos físicamente (en psicología se llama somatizar).
El perdón tiene un gran poder sanador y liberador. Nos abre las puertas a la verdadera paz profunda y la auténtica felicidad sin ataduras. El perdón nos ayuda a sanar esas heridas del pasado y enfocar todas las fuerzas y energías en el futuro que está abierto a tantas posibilidades. Y de aquí nace el sentido oportuno de ese texto de San Pablo a los Corintios: …” reconciliéis con Dios”. Es una súplica del apóstol y que el Papa Francisco también hace suya – y también toda la Iglesia- como itinerario cuaresmal. La reconciliación con Dios pasa necesariamente por el auto-perdón y luego abrirnos a la misericordia con Dios. Eso nos permite vivir en armonía con Dios y trabajando, por tanto, en la misma dirección, en una sola voluntad.
Dios nos necesita de aliados para poder llevar adelante su obra salvadora que nos es otra que el mundo de los hijos de Dios y de la fraternidad. Si vemos y tratamos a Dios como un adversario estamos condenados a vivir desorientados y sin horizonte. Y si así estamos con Dios cuanto más con nuestros semejantes. Por el contrario, si vivimos reconciliados con Dios entonces somos el apoyo que él necesita para que su voluntad reine en nuestro mundo. Reconciliarnos con Dios nos permite vivir en paz con nosotros mismos y nos mueve a tender puentes entre todos los seres humanos. Y la reconciliación con Dios pasa por el perdón a ti mismo y a los demás.
Querido hermano y hermana, aprovecha este tiempo de cuaresma que ya avanza para buscar el perdón de Dios. Descubrirás cuántas cosas tiene Dios preparadas para ti y podrás vivir plenamente el gozo y la alegría de la Pascua.