Luis López Romero *
En Septiembre, la popular plataforma de streaming Netflix ha puesto a disposición de sus usuarios la controversial película Cuties (que podría traducirse al castellano ”Guapis”), una producción francesa, ganadora del festival de Sundance, escrita y dirigida por Maïmouna Doucouré. La película relata el conflicto de Amy, una niña musulmana de 11 años de origen senegalés que vive en un apartamento de un suburbio de Francia. La niña desea participar junto a sus amigas en un concurso de baile. Amy hace lo que actualmente hacen muchos niños y preadolescentes, buscar reconocimiento en redes sociales e imitar la imagen y las coreografías de las celebridades del momento, que en muchas ocasiones contienen lenguaje sugerente o sexualizado.
Para tener un poco de contexto sobre la cinta, la sinopsis anuncia que es una película dramática de una niña dentro de una familia disfuncional, que cuestiona la educación tradicional y los valores religiosos que desea inculcarle su tía y su familia y que chocan contra el contexto social y lo que mira en su escuela. La inocente visión del mundo de Amy, se va transformando a medida que va explorando su feminidad dentro de la cultura de las redes sociales, la presión social y la obsesión por tener más likes.
El argumento de esta película nos debería llevar a una profunda reflexión como padres, sobre la necesidad de entender cómo funcionan las redes sociales y el mundo virtual y cómo la identidad y el estilo de vida de nuestros hijos está siendo condicionado o modificado por el contexto social. Diariamente, nuestros hijos están expuestos a miles de contenidos de construcción social como el marketing digital, que distorsiona la realidad, o la moda que idealiza la estética y da culto al cuerpo, o las redes sociales que confunden la realidad con lo virtual. A este caldo dirigido a consumidores agregue los contenidos difundidos en la música, la televisión, el internet, etc.
Un estudio realizado por la empresa de control parental Qustodio, en el que han participado 60.000 familias de España, Reino Unido y Estados Unidos, reveló que las redes sociales más utilizadas por niños, preadolescentes y adolescentes han sido TikTok, Snapchat e Instagram, el tiempo de exposición de niños y adolescentes a estas plataformas durante el confinamiento de la pandemia aumentó en al menos 170%. Sin embargo, Tik Tok es la plataforma que más furor despierta entre preadolescentes y adolescentes, su audiencia hoy en día supera los 500 millones de usuarios, su éxito radica en sus contenidos visuales breves, diversos con poco o nada de texto, creados con música, bailes, filtros, animaciones y efectos, su forma básicamente es vertiginosa, visual y vertical, no es necesario pertenecer a la llamada generación Z, para quedar atrapado y entretenido con los contenidos de esta app.
Aparte de los riesgos ya ampliamente difundidos por el mal uso de las redes sociales y el fácil acceso a contenido inapropiado o peligroso, no hay que perder de vista que este comportamiento puede ser el síntoma de un problema de fondo, el deseo exacerbado de tener atención disfrazada en la cantidad de seguidores, comentarios o likes, especialmente cuando se trata de niños.
Vivimos en una sociedad hedonista y en crisis de valores, necesitamos hacer ajustes para lograr mejores resultados, no podemos entregar a nuestros hijos a esta sociedad y cerrar los ojos ante situaciones tan egoístas y superficiales, no podemos dejar que la sociedad guíe a nuestros hijos en su proceso de maduración personal y preparación para la vida, esa tarea tiene que realizarse y aprenderse en casa.
Nosotros como cristianos y padres católicos estamos llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo (Mateo 5:13-16) y hacer la diferencia en la construcción de un mundo más solidario y justo, para ello tenemos una herramienta valiosa: la Biblia, que nos sirve de guía (2 Timoteo 3:16-17) para educar a nuestros hijos con rectitud e integridad, virtudes y valores, y nos presenta en la vida de Jesús de Nazaret el modelo de vida ideal en todas sus dimensiones, no sólo en cuanto a su amor y bondad, sino al modo de vida que eligió, sus decisiones, su moral y la forma de enfrentar la vida,haciendo lo correcto y en la medida justa.
Nuestra tarea como padres es dar lo mejor a nuestros hijos y brindarles las mejores oportunidades que estén a nuestro alcance y enseñarles lo realmente importante en la vida, para que cuando les llegue el momento adecuado ellos tomen las mejores decisiones posibles, no desde una visión egoísta e individual, sino desde la visión cristiana, humanista y solidaria.
Es necesario dar prioridad a los valores cristianos, pero aún más importante tener la convicción y la voluntad de llevarlos a la práctica en casa, para generar virtudes desde el hogar. Es bien sabido que en casa los hijos repiten lo que sus padres hacen, más que lo que les dicen.
Recuerde, las palabras enseñan pero el ejemplo arrastra.
*Corresponsal de Hispanos Católicos en Ottawa