By Alexander Terrazas                                                              

Monseñor Ramón Vielma es un ‘milagro’ viviente en la comunidad hispana de Toronto. Después de sufrir un grave accidente de tránsito, despertó de un coma de tres meses y actualmente celebra misas y confiesa a los feligreses cada domingo en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, ubicada en Weston Road 694.

Todo ocurrió el verano del 2002 durante la XVII Jornada Mundial de la Juventud que tuvo lugar del 23 al 28 de julio en la ciudad de Toronto y que contó con la presencia del Papa Juan Pablo II, el creador de este Encuentro, quien ya estaba muy enfermo. El último día de la Jornada, el entonces Padre Ramón, aprovechó la tarde libre para ir a conocer las Cataratas del Niágara con algunos jóvenes de su delegación que había llegado al evento en representación de Venezuela. El padre Ramón iba sentado a lado derecho del conductor del vehículo cuando se dirigían hacia la ruta Queen Elizabeth Way; pero al momento de cruzar un semáforo repentinamente fueron embestido por otro auto que marchaba a gran velocidad y, producto del siniestro, el Padre Ramón se llevó la peor parte, sufrió graves lesiones cerebrales y quedó en estado de coma durante tres meses.

“Estoy vivo porque Dios existe”, confiesa, mientras trata de rememorar los pasajes de su historia, sentado en la sacristía de la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe. El Padre Ramón Vielma nació el 30 de mayo de 1963 en la región de los Andes en un pueblo llamado La Azulita, en el estado de Mérida-Venezuela. Sus padres fueron profundamente católicos y desde que era niño valores y principios de la fe católica. “Yo era monaguillo de la iglesia de mi pueblo”, recuerda.

Su formación escolar la hizo en Buenaventura de Mérida y luego terminó sus estudios en la ciudad de Barcelona, donde fue ordenado sacerdote el 14 de julio de 1990. “Si no hubiera sido sacerdote, iba ser militar. Yo fui al Ejército un mes, pero luego tuve el llamado al sacerdocio”, dice y asegura que gracias al apoyo incondicional de su familia decidió entregar su vida al Señor.

Después de su ordenación sacerdotal, estudió en Roma-Italia y luego hizo cursos de formación teológica en Chicago, Estados Unidos. Tras su periplo por Europa y Norteamérica, retornó a su natal Venezuela y estuvo a cargo de la parroquia Espíritu Santo del barrio de la Villa Costanera y de un santuario Cristo de José, donde atendía la pastoral de personas sordomudas, enfermos y jóvenes.

Precisamente por la Pastoral Juvenil, el Padre Ramón asistió a la Jornada Mundial de la Juventud de Toronto en 2002. Llegó a la ciudad, junto a un grupo entusiastas de jóvenes venezolanos para participar del encuentro, pero desafortunadamente no recuerda nada de aquel evento. “No recuerdo nada de la JMJ… Nada…”, confiesa, mientras trata de estructurar sus ideas.

En el accidente sufrió lesiones cerebrales graves y por eso no logra recordarse las cosas del todo. “Dicen que tuvieron que picar el auto donde iba para poder sacarme”, bromea. No sabe qué pasó exactamente luego del accidente, pero sí recuerda que en el hospital donde fue internado en coma durante tres meses, solicitaron la presencia de un familiar para que lo desconectaran.  “Mi hermano Fernando vino de Venezuela porque en el hospital habían solicitado la partida de la desconexión. Me iban a desconectar”, dice con la voz entrecortada y con lágrimas en sus ojos.

Toma un poco de aire y luego dice que gracias a la presencia de su hermano Fernando, logró recobrar de a poco el conocimiento. “Bueno mi hermano vino, me acompañó en el hospital y durante todo el proceso de mi recuperación. Y con el tiempo, Fernando se casó y formó su hogar aquí en Canadá. Pero yo no recuerdo nada de la boda”, bromea nuevamente y agradece también el apoyo de su hermano Ítalo que vive en Venezuela y Mónica que está en Argentina.

Después de despertar del coma de tres meses y tras varios años de recuperación, por su propia voluntad decidió continuar en el ministerio sacerdotal. La Diócesis de Barcelona, donde antes pertenecía, le otorgó el título honorífico de Monseñor.  Es así como el Padre Ramón Vielma, convertido en Monseñor se vinculó a la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, que antes era la única Iglesia que celebraba misas en español. Llegó en silla de ruedas y con muchas dificultades para hablar debido a las secuelas del accidente, pero milagrosamente ahora camina y puede comunicarse.  “Le doy gracias a la comunidad hispana y a los sacerdotes por recibirme y entenderme. Todos los párrocos que han pasado me han dado la mano, Padre David, Miguel, Ricardo y ahora Jorge. Me han tratado de buena manera”, dice.

El ahora Monseñor Vielma se siente muy bendecido con la feligresía, especialmente con el grupo de la Renovación Carismática Católica de la parroquia Guadalupe. “Ellos han sido clave en mi recuperación. Me han ayudado mucho, con sus oraciones y su compañía”, dice y vuelve a derramar lágrimas de agradecimiento y acto seguido vuelve a bromear. “Ahora estoy aquí parado y feliz de celebrar misas”, dice sonriendo.

Monseñor Vielma celebra misas y hace confesiones cada domingo en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, y en los retiros espirituales hace imposición de manos. “Doy gracias a Dios, por haberme dado una nueva oportunidad para vivir. Gracias a Él vivo y siento que estoy llamado para cumplir un propósito en este mundo”, dice y acto seguido se dirige al templo a celebrar la misa de las 12:00.

“El testimonio de Monseñor Vielma, es un llamado apostar siempre por la vida en cualquier circunstancia. Muchas veces tenemos un ser querido de gravedad y los médicos aquí los manda a desconectar y se apuesta mucho por la eutanasia, por darle un término rápido a la vida. Y no nos damos cuenta que a veces pueden ocurrir los milagros. No podemos considerar a nadie como un deshecho, por cualquier circunstancia. Lo más maravilloso de todo es que su hermano (Fernando), su familia y todos los que le rodean, siempre apostaron por Él y la gracia de Dios, ha hecho posible que Monseñor Ramón, pueda restablecerse”, comentó el Padre Edgar Romero, compatriota del Monseñor Vielma y co-adjutor de la parroquia Nuestra Señor de Guadalupe.

 

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