Por  Padre Ricardo Quiñones*

Este domingo celebramos la solemnidad del Corpus Christi en Canada. Esta celebración se hará de manera diferente este año debido a la pandemia. Mas es importante participar de la Eucaristía aunque sea “transmitida” para vivirla y poder adorar su tesoro más valioso: Cristo realmente presente bajo las especies del pan y del vino consagrados.

La presencia de Dios en medio de su pueblo, Cristo resucitado que conduce a la humanidad al domingo sin ocaso. Hago eco de las palabras de San Juan Pablo segundo  “El mismo Cristo resucitado quien camina por los senderos de la humanidad y sigue dando su «carne» a los hombres como auténtico «pan de vida» (cf. Jn 6, 48. 51). Hoy, como hace dos mil años, «este lenguaje es duro» (Jn 6, 60) para la inteligencia humana, que queda desbordada por el misterio.”

Para contemplar la presencia de Cristo bajo los «signos» del pan y del vino es necesaria la fe, la fe que es un don, unos lo verán y otros no, la fe que influye en nuestro cotidiano obrar. Mas sus efectos son perceptibles aun para los que no creen por la fe…… Lo decía ya la Santa Madre Teresa de Calcuta… «Sólo la Eucaristía, sólo Jesús, puede darnos la alegría suficiente como para realizar nuestra tarea con una sonrisa.» Y fueron los pobres los que vieron claramente este don en la Madre Teresa.

 Es por esto la Eucaristía es el centro vivo de una comunidad. Ya desde los comienzos, desde la comunidad primitiva de Jerusalén, los cristianos se reunían en el día del Señor para renovar en la santa misa el memorial de la muerte y la resurrección de Cristo. El «domingo» es el día del descanso y de la alabanza, pero sin la Eucaristía pierde su verdadero significado. Ya el papa San Juan Pablo II exortaba  a revalorizar el dia domingo y la celebración Eucarística en una carta Apostólica llamada  Novo millennio ineunte y decía :  «Un deber irrenunciable, que se ha de vivir no sólo para cumplir un precepto, sino como necesidad de una vida cristiana verdaderamente consciente y coherente«.

La situación actual nos lleva a purificarnos y a valorar el don de Dios. Todo este tiempo fue muy difícil para toda la Iglesia. Más animados con el Espíritu Santo seguimos caminando con Cristo anunciando a esta generación su amor. También hago una invitación a los jóvenes que sienten en su interior la llamada del Señor a entregarse totalmente a él para amarlo «con un corazón indiviso” y ofrecer la vida al servicio del evangelio y los pobres(pobre es aquel que no tiene el espíritu de Cristo) . Es una opción de vida que vivida con la gracia de Dios se hace infinito bien. Ánimo!!!!

Párroco Iglesia Sagrada Familia de Ottawa

 

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