Por Padre Edgar Romero *

A inicios de este año 2020 nadie- ni los gobiernos, ni las grandes organizaciones de salud, ni los medios, ni las religiones- se esperaban el estallido y la propagación rápida y desmedida de este virus denominado COVID-19. La pandemia nos tomó de sorpresa a todos. Es cierto que muchos medios y otros ámbitos venían informando y reseñando el avance de este virus, pero no su alcance y consecuencias. Incluso, ya declarada la pandemia por la OMS (Organización Mundial de la Salud) y sus graves efectos directos e indirectos, muchos gobiernos y autoridades entre chistes e ironías dudaban sobre las medidas que había que tomar para evitar la propagación del virus.

            Ya han pasado algunos meses y cruzamos el primer semestre del año y el virus continúa avanzando en algunos países. Otras regiones como el caso de Europa, duramente golpeada, muestra signos de recuperación, aunque con mucha cautela y evaluando contantemente la situación. Todo esto nos permite hacernos una idea parcial de algunas consecuencias que nos ha traído el virus-19: gran cantidad de fallecidos que ya superan el millón en todo el mundo; un mayor número de personas enfermas y con tendencia a seguir creciendo; una crisis económica sin precedentes que traerá un aumento de la pobreza y un retroceso en los modestos logros que muchas naciones habían alcanzado en décadas pasadas. Empresas esta cerrando porque simplemente quebraron, otras intentan mantenerse a flote y surfear la crisis y otras simplemente han sacado el mejor provecho.

            Esta pandemia nos ha afectado a todos: ricos, pobres; niños, jóvenes y ancianos; latinos, europeos, asiáticos, norteamericanos; creyentes y ateos; de izquierda, centro o derecha. ¡Da igual! A todos nos ha tocado esta realidad; a unos más que a otros y sin lugar a duda la gente más vulnerable como los pobres, excluidos, ancianos les ha tocado la peor parte. Muchas situaciones han quedado al desnudo: los humanos somos frágiles y estamos indefenso frente a este tipo de enfermedades o virus; no hemos podido desarrollar buenos sistemas de salud para hacer frente a esta batalla; la falta de coordinación y el trabajo en equipo entre autoridades y gobiernos también colaboraron para llegar a esta situación. Como seres humanos que vivimos en esta única casa común que llamamos tierra nos urge hacer una revisión y replantear el modo de cómo estamos haciendo las cosas y hacia dónde queremos ir. Es una tarea impostergable si de verdad queremos tener futuro.

            Y en la responsabilidad de esta misión urgente los cristianos y los Medios de Comunicación no podemos quedarnos al margen. Nuestro aporte es esencial porque esto nos implica y porque nos jugamos nuestro destino y nuestra vida. Los cristianos tenemos una larga tradición y profundos valores que pueden ayudar a conseguir vía para hacer frente a todos estos problemas: el sentido y valor de la vida, el amor y la fraternidad como ejes transversales; el respeto a la naturaleza, la justicia y la dignidad de la vida humana; la promoción de la paz y el dialogo…Estos son algunos de los principios que fundamentan nuestra vida cristiana y que podemos aportar a toda la humanidad. Para que esto sea posible es necesario que los cristianos todos seamos una “Iglesia en salida” como dice el Papa Francisco. Esto significa una comunidad de fieles que sale de los templos, que no se encierra en sí misma ni se sustenta en una especie d犀利士
e instinto de conservación.  La Iglesia en salida es la de los fieles cristianos que se comprometen en el mundo para transformarlo y hacer posible una sociedad más justa y equitativa desde los valores del Evangelio. Desde su fe se insertan en los distintos ámbitos de la vida humana como la política, la economía, la salud, los Derechos Humanos, la defensa de la vida y la justicia. Un cristiano que ora y lucha; que va a Iglesia, no para refugiarse y escapar del mundo sino para alimentarse, fortalecerse y luego hacer frente a las situaciones del mundo con esperanza y alegría. En el cristiano de verdad no hay lugar para el desespero, el desánimo y la tristeza.

            Por su parte, los medios de comunicación tienen igualmente un lugar básico e irrenunciable en la búsqueda de soluciones y caminos para salir de esta crisis. Con el desarrollo de las tecnologías y la masificación y rapidez de la comunicación en las últimas décadas, y más concretamente en la actual situación de pandemia que estamos padeciendo no podemos prescindir del apoyo y el uso de los medios. Pero para que este apoyo sea positivo y eficaz se quieres al menos: mantener firme el principio ético y la responsabilidad que implica informar y el uso de la comunicación a nivel de mass media. Responsabilidad y principios éticos son dos elementos categóricos en todo medio de comunicación. Durante este tiempo de confinamiento que se ha impuesto en muchos países el papel de los medios y las redes sociales ha sido de gran ayuda, pero al mismo tiempo se ha notado un uso indiscriminado e irresponsables de todas estas herramientas para ser propagadores de mentiras y alarmismo que creaban mayor desespero y desinformación en la población. Con razón muchos críticos solían decir que en diversas ocasiones eran los medios con su “amarillismo y las mentiras” peor enfermedad que el coronavirus porque realmente podían llevar a gente a enfermarse o ponerse peor creando miedo y pánico sin justificación. Es por eso que creemos que los medios y las redes sociales son de gran valor cuando se hace un uso responsable y ético.

            Todos los comunicadores y las grandes plataformas de comunicación tienen un serio compromiso con la verdad y la libre expresión, pero dicho compromiso debe ser muy bien cuidado y manejado para que siempre suponga un bien para las personas y un aporte positivo para la sociedad. El mundo actual requiere buscar vías y mecanismos de solución y necesitamos el consenso de todos. No debe haber especio para crear más miedo y terror de manera injustificada y no ofrecer herramientas para superar la crisis. Los medios y las redes deben deshacerse del sensacionalismo y amarillismo como instrumentos para “vender” y generar ingresos y fama en detrimento del bienestar de las personas.

            Así que definitivamente tenemos que ponernos de acuerdo de una manera u otro. Esta grave situación de pandemia que ha traído y seguirá trayendo muchas consecuencias lamentables para la vida humana nos exige el aporte de todos, sin excluir a nadie. Todos los ámbitos y esferas de la vida humana deben unirse y abrirse espacio para el diálogo y el encuentro. Nosotros, los ciudadanos comunes no podemos dejar toda la tarea a los políticos y personas de renombres. Nosotros desde nuestro ámbito, nuestra comunidad, familia y trabajo podemos ayudar a crear conciencia de la importancia  de emprender un camino juntos para salir bien de esta situación. Juntos somos más fuertes.         

*Co-Adjutor de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe Toronto

 

Facebook Comments