By Alexander Terrazas
La diversidad de culturas conviviendo en una misma sociedad, es la primera cosa que asombra a los extranjeros que llegan a vivir a Toronto, considerada la capital multicultural del mundo. Al caminar por sus calles y avenidas se escuchan distintas voces en inglés, francés, mandarín, cantonés, tagalo, hindi, italiano, turco, ruso, portugués, español y muchas otras lenguas difíciles de identificar.
En el otoño del 2016, semanas después de nuestro arribo a Toronto, Mariela y yo salimos a conocer el mosaico cultural de Canadá. Nos subimos a un tranvía que recorre la avenida Saint Clair -que parecía una torre de Babel ambulante- por las distintas lenguas que se escuchaban. Miraba a mí alrededor y veía a personas blancas, rubias, negras, morenas, amarillas, rosadas y todos los colores que se pueda uno imaginar viajando en silencio y sin mirarse unos a otros, cada uno en su propio mundo, leyendo un libro, un periódico o su celular. El único curioso era yo que andaba viendo de reojo el aspecto de todos, por el tremendo choque cultural.
- Nunca había visto algo semejante, le digo en secreto a mi esposa Mariela.
- Sí, es cierto. Pero trate de ser más discreto cuando mire a la gente, me dice.
- La diversidad de las personas es impresionante, le insisto a mi esposa.
- Sí, mire como todos se tratan con educación, me responde.
- Es cierto y todos se disculpan en inglés con ‘Sorry y Excuse me’, digo.
Este primer recorrido en el sistema de transporte público, que luego me entero que es el más antiguo de Canadá, es una prueba tangible de la diversidad que caracteriza a la ciudad. Según varios estudios realizados, Toronto es la capital multicultural del mundo y, por citar un ejemplo, del diario The Economist, es también uno de los mejores lugares del mundo para vivir. Y, de hecho, es el hogar de más de 3 millones de habitantes, pertenecientes a 200 grupos étnicos y el lugar donde se hablan más de 140 lenguas diferentes.
Al bajar del tranvía y recorrer por el famoso ‘downtown’, el centro de Toronto, llama la atención la gigantesca torre ‘CN Tower’, que es cinco veces más grande que la estatua de la Libertad. Al caminar por medio de un bosque de rascacielos de cristal, se perciben los aires de modernidad de la ciudad que avanzan en varios sentidos, no solo futuristas, sino también liberales. Pues, otra de las cosas que también sorprenden a los recién llegados es la cantidad de parejas de personas mismo sexo, hombres entre hombres y mujeres entre mujeres expresando su amor al aire libre. Al ver esta primera escena apunto lo siguiente:
- He leído que desde el 2005, Canadá se convirtió en el cuarto país del mundo en legalizar los matrimonios del mismo sexo, le digo a mi esposa.
- Ah sí, no sabía, me contesta sorprendida.
- Creo que debe ser normal encontrarnos con este tipo de situaciones.
- Sí, asiente mi esposa algo pensativa por las escenas.
Luego nos enteramos que uno de los eventos más populares del movimiento LGTQ en Canadá, es la ‘Pride Parade’ y se realiza cada año en el centro de la ciudad de Toronto con la participación de la política y el espectáculo en las que ha llegado a participar el Primer Ministro Justin Trudeau, entre otras personalidades. Aquí en Toronto, la igualdad de género es una política de Estado, y desde el propio Gobierno se promueve la igualdad y diversidad entre personas del mismo sexo en el marco del respeto y la tolerancia.
Después de cruzar por la ciudad, en días posteriores también hemos descubiertos otros enclaves muy marcados por la migración, como Chinatown, La Pequeña India, Koreatown, Greektown, La Pequeña Italia, Portugal Village, La Pequeña Malta y la Plaza Latina, entre otros lugares. Para visitar estos sitios, no es necesario estar preguntando en las calles a la gente (porque todo el mundo camina apresurado), solo basta recurrir al ‘’Google’ del teléfono celular para ubicarse en la ciudad. Aquí todo está en internet, esa es otra de las cosas que también aprendí en mis primeros días de estadía en Toronto.
Toronto no siempre fue una ciudad diversa y liberal como la que es hoy. Se dice que antiguamente era una ciudad puritana y protestante y, que en los años sesenta, cuando Canadá vivía un clima de inestabilidad política a causa de una Revolución en Quebec, provocó una migración interna de muchos québécoises hacia Toronto. A esta ola de inmigración nacional, el gobierno de Pierre Elliot Trudeau, aprobó una política migratoria en la década de los setenta que atrajo miles de extranjeros, principalmente de China. Nuestro espíritu aventurero nos llevó hasta Yonge, la calle principal de la ciudad y supuestamente una de las más largas del mundo. Cruza por Toronto, de sur a norte y está llena de luminarias de diversos colores y negocios: teatros, restaurantes y tiendas de todos tipos se mezclan en este mosaico cultural.
- Sabías que en esta calle se grabó El Increíble Hulk en el año 2008, le digo a Mariela.
- No, no sabía, me responde sorprendida y anonadada por la gran calle.
- Yonge Street fue el escenario donde se desató gran parte de la acción de esta película con mucha dosis verde, le explico entusiasmado, mientras cae la tarde.
Deambulando por el downtown, sin saber con exactitud hacia dónde dirigirnos. Antes de continuar con nuestro recorrido durante la noche, hacemos una parada en uno de los centenares ‘Food Track’ estacionados a lo largo y ancho de las calles, para comer un ‘Hot Dog’. El vendedor es un inmigrante turco muy amable que accede a conversar con nosotros, en nuestro limitado inglés.
- ¿Cómo va la venta?
- Más o menos, hay mucha competencia, me dice y suelta una carcajada.
- ¿Qué te parece la ciudad?
- Es muy fría en invierno me dice y larga otra carcajada.
- ¿Qué me dices de las oportunidades laborales?
- Bueno, aquí hay bastante trabajo pero no siempre se hace lo que a uno le gusta, dice algo serio.
Mohamed es oriundo de Estambul y tuvo que migrar a Canadá como refugiado por la difícil situación política que atraviesa Turquía. Trabaja en el ‘Food Track’ porque necesita dinero ‘para pagar su arriendo, mientras mejora su inglés y mientras revalide su título de profesor’, me confiesa. Luego me entero que la mayoría de los inmigrantes recién llegados, no todos por su puesto, generalmente trabajan, en los restaurantes de waiters, de limpieza y de cajeros. Otros tantos van a la construcción, a las fábricas, al voluntariado y con suerte consiguen un part-time mientras encuentran algo mejor.
Después de cenar un ‘Hot Dog’ continuamos, nuestro recorrido por la ciudad que da la sensación de estar en Nueva York, Manthattan o de alguna capital europea. Mientras todo se cubre de luces, frente a nosotros de alza el First Canadian Place, un descomunal rascacielos blanco, cuya fachada está construida con mármol y es el centro de operaciones del BMO, el Bank of Montreal, una de las instituciones financieras más grandes de Canadá. En la esquina de un alero, cuelga una pantalla semicircular que emite cifras en constante oscilación, las subidas y bajadas de las tasas de cambio, las de la bolsa de valores y otros anuncios de publicidad. Inmediatamente pienso en lo que había leído.
- Sabías que Canada es la capital financiera de Canadá, le digo a mi esposa
- Sí, es la ciudad más poblada y más pujante de todas.
- Aquí se mueven billones de dólares cada día.
- Sí, por eso también es alto el costo de vida, me dice.
En medio de los tres o cuatro edificios que configuran el conglomerado luminoso, aparece otra vez la Torre CN iluminada de morado, el emblema más celebre y pintoresco de la capital financiera de Canadá. Seguimos caminando por el ‘downtown’ y las torres curvas del City hall, donde funciona el Ayuntamiento de Toronto, me parecen de fantasía. El paisaje del centro de la ciudad está decorado con oficinas de bancos, empresas de seguros, hospitales y universidades.
Sin embargo, en algunas esquinas de la plaza principal me sorprende la cantidad de personas indigentes pidiendo monedas.
- Pensé que aquí no había personas en situación de calle, le digo a Mariela.
- Hay indigentes en todas partes del mundo y aquí no es la excepción, me dice.
- Pero he leído que Toronto es el mejor lugar del mundo para vivir, insisto.
- Pero no todo es color de rosa, me dice y cerramos la conversación.
Luego me enteré que todas las personas en situación de calle, que tienen problemas de salud mental y adiciones a las drogas- reciben asistencia social del Gobierno para su alimentación, ropa, medicinas y vivienda; aunque este último punto no es del todo cierto, porque la ciudad tiene algunas fallas en viviendas sociales, debido a la alta tasa de migración.
Dejando atrás las miserias de calle, nos adentramos al Eaton Centre, el centro comercial más importante de la ciudad donde grandes estrellas de la música, el cine y de la realeza llegan cada año a realizar sus compras en lujosas tiendas de vestir, como Victoria’s Secret, North Face, Adidas, entre otras. Nos desplazamos por el PATH, conocido en español como la ciudad subterránea, que es un laberinto de túneles luminosos de 27 kilómetros de extensión donde trabajan más de cinco mil personas, en al menos 1.200 tiendas, restaurantes, edificios de oficinas, hoteles y estaciones de metro que lo convierten, de acuerdo al libro de Récords de Guiness, en el mayor centro comercial subterráneo del mundo.
Agotados de tanto caminar y mirar la gran ciudad, decidimos regresar a casa el Subway, el tren subterráneo de la ciudad. Cuando la gente me decía que el transporte público es de lo mejor en Toronto, no bromeaban. Son de lo mejor que he visto en mi vida, cómodos, espaciosos, con aire acondicionado y en todas las comodidades que requiere un pasajero estante o visitante.